La idea se le ocurrió a Pablo Bianchi en 2016. Usuario aficionado –y militante– de la bicicleta, en un viaje a Paraguay se dio cuenta de que era capaz de pedalear entre 50 y 70 kilómetros por día. Cuando volvió, renunció a la fábrica en la que trabajaba y fundó Bicientregas, un emprendimiento de envíos que luego se fue transformando. Después de incubaciones que fomentaron la innovación e inversión en tecnología, transformó la idea junto a sus socios Matías Dambrosio e Ignacio Pesce; un cambio de imagen y organización del trabajo –junto con el arribo de las plataformas digitales de envíos a Uruguay– dio paso a Oxend, en inglés”, porque buscaban que “el nombre fuera escalable”.
Primero encaró la empresa por su cuenta, pero el boca a boca –único medio de difusión que utilizan– dio resultado y en poco tiempo se encontró “lleno de pedidos”, explica Bianchi. Entonces empezó a sumar amigos y armó un equipo de trabajo. A finales de 2016 se postularon a un llamado de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y fueron elegidos para la mentoría de la Fundación da Vinci, una incubación de la propia agencia y capital semilla, con la idea de “darle una inyección de tecnología” al proyecto.
A mediados de 2017 se incorporó Pesce, licenciado en sistemas y desarrollador, para aportar desde la programación. En marzo de 2018 se sumó Deambrosi, estudiante de bioquímica e investigador del Institut Pasteur, primero como bicicletero y después como coordinador de la parte comercial.
En los primeros tiempos trabajaban a demanda, con usuarios generales, con la idea de desarrollar una aplicación, pero al momento de salir en el mercado llegaron a Uruguay plataformas digitales como Glovo y Rappi. Un hecho que en ese momento les pareció “de mala suerte” pero que hoy ven como una fortuna, porque les permitió encontrar su nicho: el envío de mensajería dirigido especialmente a empresas.
Trabajaron con sus propios clientes para dar con el perfil del proyecto; ver qué se necesitaba, con qué volumen trabajarían, qué tipos de trayectos serían los más comunes y en qué días y horarios se concentraban las necesidades. Pero también establecieron algunos límites, en el peso y en las dimensiones del producto a trasladar, de manera de “cuidar la salud del mensajero”: no más de 10 kilogramos, y paquetes que no excedieran dimensiones de 40x30x20 centímetros. Además, junto a Enanas de Jardín diseñaron bolsos para distribuir la carga de forma que “en ningún momento los mensajeros tengan el peso en su cuerpo”, sostiene Bianchi. Por otro lado, hacen envíos en un horario restringido, de oficina. “Todo esto para que haya una conciencia de que hay límites”, agrega.
Se definen como la única empresa de envíos sostenible en el país, y dicen que “el principal objetivo de la empresa no es generar rédito económico, sino impacto social y medioambiental”. Según Pesce, lo que los diferencia de otras plataformas es que “hay un contacto humano detrás, sobre todo si tenés un problema o algo a tener en consideración”. También trabajan “a conciencia” con sus clientes: entregan informes mensuales de los envíos realizados y del impacto que este tuvo en el ambiente por medio del ahorro de emisiones de dióxido de carbono. También destacan el vínculo “de trato justo” con los mensajeros, como llaman a los que pedalean para llevar los pedidos.
Cuentan con una web en la que canalizan los pedidos, además de trabajar de manera personalizada con las empresas y de armar un plan que beneficie la logística y la organización de las tareas. Además, los envíos no se les asignan, sino que estos eligen los que quieren hacer –“con tiempo”, enfatiza Dambrosio– y obtienen 70% del valor del envío, “un estándar internacional en la bicimensajería”, según afirma Bianchi.